En la lejana ribera en que te amé
sólo el cielo vio nuestra compañía,
fuimos el único tallo de la tierra,
sangraban las raíces del corazón,
depositando ante los besos todo el caudal
atesorado.
Luego la tristeza trajo abanicos,
las garras de la soledad avanzaron por mi alma,
mi memoria se volvió una vagabunda.
¿Resucitarían tus labios?
Rieron las nubes,
la noche cayó con su envuelto silencio.
Ah… amor, ¿dónde transita el río de tu sangre?
Mis ojos cayeron al pozo del crepúsculo,
pero tu allí no estabas,
quizás morabas otros valles.
Esperaré, la indulgente memoria
abrazará mis días, con el amor intacto
buscaré tus estaciones, florecerá para mí
el invierno en los lirios.