Distantes,
entre la inmensidad del mar
y la profundidad de la noche,
vibrantes de olvido,
entre sombras que deambulan
largamente con la luz divina de la nada,
entre el ahora y el después,
mientras, cae la lluvia,
mas allá del callado silencio
de las nubes en su grisáceo y sombrío estupor.
Distantes,
entre calladas praderas,
que asemejan al bosque espeso
de la lucha, de la vida,
del continuar hacia el mañana,
Distantes,
de la indiferencia inclemente
de los hombres, que a su paso
aniquilan, abruman y matan,
Distantes,
de las horas que en su pausado tic, tac
que junto al tiempo adormece nuestras penas,
eternizan nuestras horas y acallan
el severo dolor de la soledad
reinante entre las almas.