Un día cualquiera por las calles de la vida,
casi desprevenida, pensando en cosas vanas,
alentada por quien dice, algunas pocas ganas,
con una ligera sonrisa miraba desprevenida.
Fue tocada en el hombro y le cayeron encima
los montes mundo, que le temblaban las manos.
¿Cómo aquellos recuerdos hasta ahora lejanos
llegaron así de golpe como un alud de la cima?
El mancebo la miraba entre atónito y perdido:
Fue una noche, le dijo, oscura y el puerto extraño.
Estaba sin brújula alguna y aquel navío hundido.
Solo pude reponerme con el pasar de los años,
y he vuelto porque añoraba la tibieza del nido;
te quiero pedir perdón de rodillas por tanto daño.
Las alas del viento, a veces, nos traen tales regalos;
¡Sea para quien fuere, sean buenos o sean malos!