Era la primera cita. – ¿Nos vemos
a las ocho en el parque? Alzaron
vuelo cual bandada de palomas
los ocho tañidos de campana;
hacía frío, la noche se cubría
de tenue luz por los faroles;
la sombra hurgó inquisitivo
buscando su silueta y ella
¡vaporosa, con paso ledo!
llegó y estampó radiante
la tersura de sus labios
y su inefable beso.
¡Su beso!
tierno,
suave.
¡Fue ese el sabor de las estrellas!
¡La vez primera que se iluminaron
como día majestuoso, las tinieblas!