El perfume en frasco diminuto, mi niña soñada, es más agradable al olfato, más divino, más rico, más sensual
El amor, mi niña primorosa y primaveral, pronunciado en diminutivo, (amorcito) es más delicioso, es más fresco, es más apetitoso, más eficaz para alcanzar la felicidad máxima que aparece, cual si fuera un barómetro, un pluviómetro, un termómetro o un tensiómetro en el amorímetro que mide la intensidad y la calidad del amor.
¡Qué vivencia tan única, tan especial, tan angélica siento cuando en vez de amor, o cielo, o corazón, o vida u otro término mimoso propio de los enamorados, me dices amorcito!
¡Amorcito que torna la realidad en sueño espléndido, en fulgor, en ternura!
¡Amorcito multiplicador del amor!
Amorcito pronunciado por ti, niña mía, para que arroje de mi ser toda angustia, todo pesar, toda dolencia.
¡Cómo me fascina, niña mía, que me llames amorcito!