En algún momento de nuestra historia, sabremos que todo lo que hicimos estaba perdido desde el principio.
De todas maneras, te quise, nos quisimos. De todas maneras, esto que somos tiene una huella de fatalidad desde el día que nacimos. Tú por el norte de todas mis ausencias, yo por el sur de todos tus olvidos. Si nos ven solos, refugiados en el miedo, con los párpados mojados de sueños, no pregunten ya nada. Sepan que trazábamos nuestra despedida con el gusto de quien paga el peaje a medias. A sabiendas de que nos cobrarían una multa por el tiempo excedido.
Esto que somos: no hay acuerdo menos victorioso. Esto que somos no tiene nada de especial. Es un himen kilometrando encima de una bicicleta. Es la fina membrana que busca dedos, porque quiere y debe ser ya rota. Horadada y renovada con cada golpe imprevisto.
Abrimos la habitación que todos esquivan. Nos acostamos en su cama, escuchamos el baile de las moscas rondando por la luz fatua que entraba por la ventana y reímos. Luego, hicimos el amor con la potestad de quien exige la savia y la sábila. Paraíso y estaca. Lluvia roja en la sed del alma. Sonido del agua y su perfume de nácar. Fauna de cataclismos en el único momento que nos dolemos a gusto. Infinitos y sabios. Ebrios prolongados en la fiebre de la tragedia. Danza acústica antes del blues del bar solitario.
Salimos de la habitación, tomados de la mano. Del pecho pegados. Temerosos de tus gentes, colapsados de las mías.
Somos siameses- te dije
Y nos abrazamos. Sabíamos, recordamos, que antes de nacer, ya nos habían separado.
Pero.... siempre hallamos la manera de volver a encontrarnos.