Tendría que olvidar, olvidando
al rio que corre desde arriba
manchado con sangre.
Tendría que estar ciego para no ver
detrás del sol, tanta oscuridad pronunciada,
mares de aceite, brisa gris, nubes que desdicen
al ocaso clandestino de la tarde,
y son viento, alondra, cielo,
en el paisaje mutilado de esperanzas.
Dolor de albas censan mis oídos
y los remedios de oxido no funcionan.
Siento los puñales de frías madrugadas
cizallando la garganta del tiempo.
Detrás de los espejos coexiste
un futuro desahuciado,
si,
desahuciado
porque se enterró su frescura
con la vida del bisonte, del jaguar, del elefante
del manatí y muchos mas,
en la profundidad de la codicia.
Puedo ver la iniquidad de la indecencia
ya que en los marasmos del intelecto
esta sumergido nuestro sino
y en los anales de la vida quedarán escritos
los aullidos de dolor
y la mirada triste
de animalitos que sumaron muchos ceros
en chequeras insaciables.
Diariamente se extingue de a poco la esperanza
y no escuchamos, no vemos, no alzamos la voz.
Mas vale apretar los dientes y excomulgar
la idiosincrasia decadente, transformar
dolor en sonrisa, odio en amor,
y posarnos a corazón abierto ante Dios
para que derrita nuestros perjurios
y rogar que nos devuelva
el soplo de aliento que hizo vibrar
al Homo Sapiens,
algún día.
Rafael Elias