Para Rosario enteramente.
Regreso de tus manos ondulado.
Un plácido delirio terciopelo
me circunda como el agua de la vida,
mitad ola, mitad canción de cuna.
El gozo de tu carne disloca mis sentidos.
Golpea la rigidez de mi amargura
que quiebra en tu caricia
y funde indisoluble
con pálidos anhelos disecados de tiempo.
De su agridulce mezcla
y el concurso indispensable de tus dedos
nazco de nueva luz.
Germina en mis entrañas tu celo codicioso
en forma de horizonte.
Recompuesto, de una pieza,
me someto a la dicha
como a la muerte misma, cada noche, para alcanzar el sueño.
Has hendido mi carne hasta la médula
incrustando en sus células
insólito fervor, no sé qué de caracola,
de recuerdo cercano que al momento identifico.
Es una nueva puerta ante mis ojos:
contigo de la mano, un nuevo reto.
Es el tiempo desdoblado
pidiendo nuevamente paso.