Cantó ella a mi oído,
y allá afuera, taciturno
el solar disco volaba.
desbordante de amor contenido
entre sus cabellos nocturnos
mi mano enredaba.
Bullía la gente en la ciudad
y en aletear mis caricias
por su cuerpo rondaba.
¡Había tanta felicidad¡
que en aquellas primicias
mi alma le daba.
Era la primera vez
y un extraño temor invadia
todo cuanto antes soñaba,
en su cálida tez
estaba la dicha de ese día
que afuera, perezoso pasaba.
Me sumergí en su sonrisa
y me bañé en su piel
mientras de besos la llenaba.
Allí el tiempo iba deprisa
dandome la savia de su hiel
y en su arena me torturaba.
Porque acabarian tus ojos
en su mirar ahogandome,
y asi, de a poco mi ímpetu bajaba.
Luego de que a grandes manojos
fuí absorbiendo y llenandome
de todo cuanto cataba.
El día fue ocultandose
con toda su modorra
y la luna a su dominio llegaba.
Asi igual a mi, el acabose.
¿Porqué no hay quien me socorra?
¿Porqué todo lo bello acaba?.
Corrió el agua por su figura
borrando mi mácula en su ser,
así, mi sudor quitaba.
Pero, brindome de nuevo su hermosura
bajo aquel construido llover
musitando que me amaba.
La magia volvió un instante
llena de armonía y verdor
cada que a mí se juntaba.
De su boca anhelante
brotaba todo el amor
que para soñar necesitaba.
Frente al gigante espejo
sutíl y graciosa
con esmero se peinaba.
Yo la veía con su gracejo
bella y maravillosa
que aún más linda quedaba.
Salimos a ese otro mundo
de sonrisas y abrazo falaz
de quienes nuestra alegría se mofaba.
Y en un suspiro profundo
quisimos volver a esa paz
que ahí adentro, nuestro ser encontraba.