Te digo que te amo y debo irme corriendo,
hasta pareciera que de un crimen te hablara,
pena me da sentir que me estoy escondiendo
como si fuera imperdonable que te amara.
Yo juro que te amo y pienso en ocultarme
y repetirme en mi escondite que es verdad,
que de amarte con el alma puedes culparme
y yo te culparé a ti y sólo a ti de mi soledad.
Digo te amo y pones cara de circunstancia,
cara de que algo así ya nunca lo debo decir
y me toca callar y no entrar en discrepancia
y aceptar que limites de ese modo mi sentir.
Digo que te amo y a los ojos de tu alma miro,
por ser allí adonde mis palabras van dirigidas
y aunque después de decírtelo de ti me retiro,
sé que ni por retirarme dejan de ser sentidas.
No me resulta nada fácil en verdad adaptarme
a decir y a correr como si amar fuera un error,
que luego yo regrese y tengas que disculparme
y me veas pidiendo perdón sólo por tanto amor.
¿Debo pues, dejar de llamarme como me llamo?,
¿no debo hablarte del amor que tanto motivas?
Lo lamento. Aquí y ahora te repito que te amo
aunque por miedo tú me ames... y me lo prohíbas.