En un jardín estábamos,
bebiendo ron sin parar,
compartiendo cigarrillos,
para la prudencia poder abandonar.
El vestía camisa negra,
y yo un vestido azul,
que combinaba con sus ojos,
algo que él no entendía aún.
Nos perdimos en los árboles,
aprendimos a cantar,
hablamos de tantos temas,
que me cuesta recordar.
Jugamos con el viento,
tan deprisa y sin pensar,
que ya no éramos unos niños,
el tiempo nos empezaba a afectar.
Tranquilos contemplábamos las nubes,
mientras un deseo en él surgió,
-dejemos de lado las costumbres,
bésame.- me suplicó.
Era mi mejor amigo,
y amarlo era un castigo…
que de pronto dejó de importar,
y así, lo comencé a besar.