Se esfumaron las noches de fiesta plateada,
los cocuyos vibrantes en un manto confuso,
el rugir del océano sobre los cuerpos secos.
La soledad asoma con una cruz a cuestas
enredando los gritos orantes en oeste
y sesgando las gotas impetuosas al sur.
Se duermen las sonrisas en días de delirio,
las caricias del viento se enfrían a su paso
y el húmedo rocío semejado en los labios
desliza por las hojas sin gotear el cáliz.
Los nublos grises chocan, crepitan sus entrañas,
y en los lagos oscuros con bordes de jazmines
se desbordan cristales en torrente insensible
que aflojan las raíces presas en eje oeste.
Duelen días de estío y noches invernales.
Duelen días de invierno y las noches oscuras.
Quedan días oscuros y noches de añoranza.
Cómo duele la noche y el día, soledad.