Dije no creer en el amor
pero presiento que mentí,
no fue cuestión de orgullo
sino la tristeza de un
profundo y temeroso desengaño
que tanto daño le hizo a mí
tierno y amoroso corazón.
Durante muchos años prescindí del
cariño de una ninfa seductora,
no por falta de calor o pasión, más
bien por el dolor de una profunda
herida del ya enmohecido pasado.
Ahora veo la luz de un nuevo día
que me invita a caminar por sus
verdes praderas, respirando el
aire puro y con el alma gritando
al viento la alegría de la libertad,
libertad que sólo tú eres capaz
de darme.
En mi caminar por el campo vuelvo
a escuchar la danza de las aguas
del río, que al unísono aplauden
mi gozo; percibo los pájaros saltar
de rama en rama, cantándole al
amor que se fragua en mí ser.
Gracias por colmar de color mis
días grises, sin duda le has
dado un nuevo sentido a mi
vida, ante esto debo hacerte
una sublime confesión, no
temas, se trata de mi corazón,
sí, tal como lo imaginas, te
amo y quiero pedirte una
oportunidad, que me permita
amarte para siempre como
mi única deidad.
Autor: Edwin Yanes
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