a Ivy Nos vimos de madruga empuñando las horas despegando los ojos de las oníricas almohadas, nos vimos a bordo de una cueva con ruedas donde ahí el sudor anticipa el olor a clandestinidad y los huesos se frotan con los huesos para hacer fuego en las venas. Nos alejamos de la polución monótona, conociéndonos y yendo sin rumbo por las aceras que encaminamos. Lamentabas que tu niñez no haya sido redonda. Yo advertí como la paloma de tus ojos dejaba caer una pluma. Este laberinto de ciudad la conoces no siendo tuya, y te pierdes y te encuentras. Llevamos tres años siendo sombras y que seríamos nosotros sin los años tal vez agua que se ahoga en la tierra estéril.