Olvidada lejos
entre aquellos sueños,
una carta,
piel vestida de azules,
óleo desnudo
y el bosque
que te abrazaba en silencio.
Visité anoche mil cruces
marcadas en mi pecho,
el camino sin flores
y el destino que caía
con cara de juramento,
herida sangrante yendo
como páginas a tu desencuentro.
Aquellas palabras perduran
bordeando con lenguas de fuego,
aquellas que nos decían
bajo la lluvia de letras:
hola y adiós
y por siempre te quiero.
Y allá el amor que se iba
volando entre tus nubes
crucificando mis besos.
Y así fuiste anoche,
tinta de miel y desvelo,
distante
eras mar en mis ojos,
eras dolor,
eras
sal en mi pañuelo.