Traté de desviar mi atención a los alrededores, pero algo en mí no me lo permitía. Mi cuerpo me pedía observar la piedra. Así que me senté, lentamente, por miedo a que Hurux me detuviera. Pero eso no pasó, en cambio, se sentó a mi par. Miré la roca, su color dorado era estupefaciente. Me quedé enfocándola con mi visión. Y de repente, ya no había ninguna piedra. En su lugar, veía una mancha amorfa amarilla, que parecía nadar en un fondo gomoso, pegajoso. La nube amarillenta, subía y bajaba dificultosamente por el viscoso lugar. Traté de ir hacia ella. Pero recordé que ya estaba sentada sobre sí. De pronto, me envolvió. Sentí que me asfixiaba, me enrollaba, sacándome la posibilidad de huir. Estaba atrapada, quería gritar. Miré hacia mi izquierda, buscando a Hurux, pero ya no estaba. En cambio, había un halo blancuzco, que se extendía hacia arriba. En ese momento, la mancha ambarina me envolvió completamente. Pensé que ese sería mi fin. Estaba muriendo. Cavilé que como había llegado mi último instante en la vida, debía transitarlo de la mejor manera, y vivir su magia. Después de todo, ya era libre, había muerto. Entonces me di cuenta, de que ya no sentía esa emoción agonizante. Por lo tanto, me dejé ir aún más. Sentía que iba viajando sobre la mancha y que, ésta fluctuaba por un interminable tubo negro, en el que todo era obscuro. Sólo pude distinguir algunas formas extrañas, que se disparaban, de un rincón a otro, mientras yo pasaba a su lado. De repente, mi vehículo amarillento, pareció frenarse. Quise moverme, no pude. Comenzaba a impacientarme, realmente quería seguir ese fabuloso trayecto. No deseaba que terminara. Algo en mi estómago empezó a convulsionar. Lo percibía, como un objeto circular, que se movía hacia un lado y hacia el otro. Parecía que quería destruirme. Pero esto era imposible, ya que mi persona había muerto. Así que, dejé de sentirme amenazada y estallé. Literalmente, exploté en millares de pedazos. Aunque podía preservar la conciencia, ya no era exactamente mía, sino que, era de todo. Podía hacerme consciente en la mancha y ser ella. O hacerme consciente en cualquier alrededor, en cualquier pieza en la que había sido fragmentada. Por un momento, fui todo al mismo tiempo. Una luz totalmente blanca y pura me invadió, era lo único que lograba ver. Ésta se movía sin cesar, con una velocidad totalmente extrema. Generó una sacudida exuberantemente brusca, pero no llegó a ser violenta, ni alarmante (...)
Autora: Sasha Bartel