Al metal de tu rosa con la puerta lacrada
luna que decrece con el ardor de tus mimos
y el delirio del sol que se aplaca un solo instante,
y la noche escucha el pulso lento del amor.
Cristalina esfera que siempre somete mi aura,
intrépida magnolia delirando en la piel,
inventando los pesares que nunca terminan;
prisionera elegante y su toga de dolor.
Intuimos que nos hace falta;
infinitos besos,
y verdecer aquellos campos
del alma inquieta,
que los segundos se hacen
estrellas que navegan
fugaces cosmos
que siempre quieren estallar.
Con su mano abierta
a conquistar otros silencios
con aquellos
que nunca se puedan conquistar