(...) De repente, se “estacionó”. Una espiral violeta se presentó en mi percepción. La traspasé. –Aún no sé cómo generé mis movimientos, sólo sé que allí estaba, como pura conciencia, como libertad total- . Al pasar por ella, un ala de su brillantez, me absorbió y allí me quedé. Cuando abrí -creo que mis ojos- me encontré arrojada en un mundo grotesco aunque medianamente familiar. Pensé que estaba de nuevo en La Tierra, y que esa extrañeza en mi percepción sólo era producto de haber estado mucho tiempo en el centro de la misma. Así que traté de ubicarme, miré hacia mi derecha, había un hombre. Me acerqué para preguntarle dónde estábamos, y cuando se dio vuelta me llevé una enorme sorpresa. Aquel, me clavó su mirada, generándome una sensación fría y tortuosa. No me respondió, siguió mirándome, y mi estómago comenzó a revolverse nuevamente. Pero esta vez, era aquel individuo, el que provocaba esa contorsión en mi vientre. Le ordené que parara, y se disolvió, dejándome un dolor insoportable a la altura de mi ombligo. Cuando pude tomar conciencia de mí misma, Hurux se encontraba a mi lado mirándome y riéndose. No entendía que le hacía tanta gracia. Pero sentía mucho dolor como para enojarme. Por el contrario, mire mi alrededor, ya no había ninguna mancha blancuzca, ni espirales violetas, ni un tubo negro. Me encontraba en una habitación blanca, como la de mi recibida al centro de la Tierra. El ser cuasi marino también estaba allí. Aunque tampoco parecía preocupado por mi salud. Éste me pidió que le relatara lo que me había sucedido y yo le conté todo, lo más detalladamente posible. Pero me hallaba muy eufórica, y esto parecía bloquear una parte de mis recuerdos. El ser cuasi marino, me dijo que me tranquilizara y que ya todo estaba bien. Por otro lado, Hurux no paraba de reírse, y se contorsionaba de risa en el suelo. Parecía un manicomio, quería que alguien me aclarase qué era todo lo que había visto.
Autora: Sasha Bartel