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Con un bagaje de sueños y de ilusiones,
muy firmes en tales decisiones cruciales
y embriagados del amor en sus corazones,
emprendieron su vuelo en las nupciales.
La noche del brindis todo era felicidad,
familiares y amigos reunidos por un motivo,
dos jóvenes que se amaban era la verdad;
todo era abundancia y todos fueron testigo.
Como jóvenes enamorados todo era bello,
a la luna de miel se fueron, compraron, se divirtieron…
y hasta en el sexo siempre alzaban vuelo,
metas, ilusiones y promesas se confirieron.
Siempre se juraban amarse hasta morir,
que llegarían juntos hasta hacerse viejitos,
disfrutarían de sus nietos hasta verse partir
y aún así, dormirían en campo santo juntitos.
Poco a poco llegaron las hermosas hijas,
la hija unigénita por diez años así lo fue,
de admirables rulos y sonrisas les cobija,
años de felicidad, para una familia así lo es.
De pronto llegó la noticia, la segunda hermosura,
bendiciones a la familia… ahora una hermanita,
que les vino a embriagar de mucha ternura,
¡Dios! una primogénita, hermana mayor y una bebita.
Ya se perfilaba una familia muy consolidada
como la que muchos de nosotros soñamos,
un padre, sostén de familia muy acomodada
y una madre dedicada a lo que ellos formaron.
La familia feliz junta crecía y así andaba,
con los desajustes propios de la cotidianidad,
unos padres amándose y que a su nido cuidaban;
eran todo un ejemplo de armonía y felicidad.
Pero un día, la vida adulta les firmó sentencia,
“morir viejitos” para ellos dejó de ser un sueño,
en manos del hampa y con la más cruel violencia,
al padre tocó una bala asesina, ésta se fugó por su ceño.
Una historia de familia que muchos conocemos,
otros en carne propia también la viven tristemente,
hijos huérfanos de padres y madres por ahí vemos
y el hampa creciendo… destruyendo familias injustamente.
Injusto siempre nos parece, una vida que se va de esa manera,
sueños que se mueren en segundos de silencio y dolor…
familias víctimas del crimen y la maldad que no esperan
y un “sentir”, vivir en el mar de la violencia y el temor.
Ese nefasto día, no muchos fueron los testigos,
pocos lo evidenciaron, pero acá todos sabemos
que el amor existe y los sueños también, así decimos
y hasta en Dios creemos aunque no lo vemos.
Así lo creo, Él escribe recto sobre líneas torcidas,
que los planes nuestros seguro son distintos a los de Él,
que la vida es una sola y que hay que vivirla,
porque en algún momento algún plan deja de ser.
Hija del Sol
Julio, 2013
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