El calor en estas noches de septiembre con olor a julio, me deshidrata a goterones, de repente siento que necesito una ducha, en realidad es la quinta del día.
Quiero mitigar la temperatura que consume mis poros, además de la que generalmente me traes cuando te veo, y te pienso, qué mejor para pensarte
que la ducha para inspirarme.
Pienso en tus ojos andantes y tu mirada intimidante,
son como dos lunas penetrantes sobre mi.
Sí, como eso, que ironía, ¿cierto?
Desnudo, como he andado en mi pequeño cuarto
ingreso a la ducha, disfruto cada chorro que abraza mis hombros,
el agua fría cae de arremetida contra mi cuerpo,
y sus grandes y pesadas gotas remojan mis cabellos. Baja por mi cuello, toca mi ombligo y naturalmente se desvía para perderse por mi espalda,
así, como tu respirar.
Siento tu recuerdo fuertemente humedeciéndose,
rozando con suavidad mis músculos, de arriba hacia los talones y de abajo, hasta mi pelvis. Siento tu mirada, tu particular forma de llamar las cosas me hace cerrar los ojos sobre el empapado lugar.
Abro los ojos y veo tu reflejo en el agua, me provoca besarte, abrir camino de entre el agua para abalanzarme, y no ser el único mojado sobre este lugar.
Cada vez el agua esta mas húmeda y yo...paso el jabón por mi barbilla, como tus pestañas estarían por el café, restriego y restriego, sin cesar, de seguro mi mente se ocupa en otra cosa.
Me siento mas espumoso al parecer, el calor que inunda mi piel en cada centímetro
de agua que pasa sobre mi, hacen que mis párpados divisen borrosamente tu venida, hasta aquí por supuesto.
Estas ahí en frente, para provocarme, para interrumpir mi baño solitario y aburrido. Vos, frente a mí con tu desnudez, con esa presencia y sonrisa que me derrumba,
me desarma, te metés sin duda alguna por el agua...
Es tan delicioso tenerte aquí.