Conozco la hacienda donde laboró el hijo prodigo
sé la dirección exacta y no quiero volver a ella
lo vi llegar sin una moneda y rogar pan por trabajo
juntos picamos las algarrobas que comían los cerdos
hambriento pedía comer de ellas, pero nadie le daba.
Llegué antes que él, me trajo el mismo camino
le escucho y entiendo una historia que se repite
Ahora hay unos que están pidiendo su herencia
otros la malgastan con amigos, mujeres y vicios
con salud y tintineo de monedas, sobra la compañía.
La hacienda se llama El Fondo, más allá queda la muerte
un silbido espeso de lamentos proviene del ese territorio
desde aquí veo la oscuridad sin límite, sin horizonte, ni bordes
estos pisos pestilentes son la última oportunidad y esperanza
Ví el momento cuando volvió en sí, apacentando cerdos
pidiendo la comida de ellos, justo en el fondo del extravío
se arrodilló en el suelo maloliente, sucias sus manos y sus ropas
gimió “yo aquí” y en mi casa todos tienen pan y ropa limpia.
Recuerdo cuando mencionó el pan de la casa de su Padre
que se levantaría e iría a El, reconociendo su pecado
salió y tiempo después dije lo mismo y seguí sus pasos.
Tenemos un mismo Padre y nos heredó esta luz permanente
¿Por qué llegar a la chanchera, si podemos estar sólo con El?