Yo navego entre dos aguas, no tomadas de la mano,
Entre la de los creyentes y también de lo mundano;
Navego entre los creyentes, que existe un Dios soberano;
Y en las de su creación, la mujer, la reina entre los humanos.
Por ser un hombre de fe, me aferro a las esperanzas,
Que abrazo con confianza a todo un Dios salvador;
Pero con todo y con fe, me deslumbra la mujer,
La mejor obra de él, y yo un hombre enamorado.
Podrán crecerse las aguas, o tornarse turbulentas,
Pero Dios me da paciencia para yo sobrellevarlas,
No existe ninguna carga, que no pueda dominar,
Y sigo creyendo yo, la mujer es especial.
Claro que en esta vida, fácil no lo es todo,
Pero uno nunca solo, jamás se debe sentir;
Dios te puso en este mundo, y te dio sabiduría;
Lo que resta en esta vida, es saber sobrevivir.
Pero si a tu lado tienes una mujer que te ama,
Pasan días y semanas, y tú sientes ese amor,
Entonces pídele a Dios y siéntete agradecido;
Pues siempre serás su hijo, entre creyente y mundanos.
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José Miguel (chemiguel) Pérez Amézquita