Esperando que el orto atraviese el horizonte,
los cardenales vuelan cada uno con ramas como felchas,
rodeando tu aposento cuan enviado de Eros es Cupido.
Sin ser infantes con extremidades emplumadas,
los paseriformes de sangre arterial anhelan,
así de soslayo sea, lograr contemplar tu finura esperada.
Sosiego el emperador del amor presenta,
pues sin prolongarar en mi, ha resultado su esencia.
¡Oh Beatriz! Tan majo tu viso avisto,
Que tal fanal mis ojos no habían visto.
Sublime tu belleza, tu tono de ser.
Perfecto narcótico es tu querer.
Poco cerca a la comodidad este trecho sin tí es.
Un ave me dijo que te voy a ver
Que te voy a ver, que yo te querre.
Bajo el arcoiris yo te quiero ver,
Sola con mi compañía;
Sola conmigo, sola todos los días.
Y así, como oro puro, guardes mi querer.
Me ofreces en tu cuerpo requemado,
el divino alimento
que da flores al cauce sosegado
y luceros al viento.
¿Cómo a mí te entregaste, luz blanca?
¿por qué me diste llenas
de amor tus azucenas,
tu canto angelical
y el rumor de tu pecho?
Junta tu roja boca con la mía,
¡Oh Beatriz!
Déjame bajo el claro mediodía
consumir la manzana.
Alcanzas deidad hermosura
¡Oh Beatriz!
No hay más grande ternura.
Vistes seda astral,
que faro manzano no hay igual.
Tu osado índole
¡Oh Beatriz!
Que en lapsos mi dicha ha de arrebatar,
germen de mi perversidad en vida es.
No vale padecer
Sólo conviene perdonar,
sólo basta con avanzar,
todo viene al comprender,
pues felicidad en nuestras vidas
ha de crecer.
Fin.
La amo.