Hurux miró hacia arriba, y apareció una mariposa. Era enorme, de color fucsia. Resultaba totalmente fascinante. Revoloteaba, con sus brillosas alas, por encima de nuestras cabezas. Hasta que, de un momento a otro, comenzó a girar en círculos y se transformó en una esfera. Ésta, tenía una brillantez extremadamente mágica. Al segundo, empezó a resplandecer tanto, que iluminó todos los alrededores con su potente luz. Así, Hurux y yo, nos encontramos reposando en un resplandor rosado. Ella me miró y se sonrió. Nunca antes había reparado en la paz que me transmitía; sus ojos celestes blancuzcos, eran fríos y atrapantes, pero a su vez, ocultaban una radiación inmensa de un amor inexorable. Se encontraba desnuda, con su cuerpo azulado. No podía dejar de mirarla, se me hacía totalmente liviana, y mis ojos fluctuaban con ella. De pronto, tocó su vientre y me instó a que hiciera lo mismo. Parecía un ejercicio. Palpaba con las manos su ombligo, deslizaba sus dedos por el abdomen, y luego los lanzaba hacia delante. La imité como podía. Increíblemente, noté, como desde mi panza, brotaban tubos muy diminutos de energía, que luego se mezclaban con el alrededor rosa en el que nos encontrábamos. Toda esa visión me llenó de mucha paz. Progresivamente, la luz en la que estábamos se fue encogiendo y nos transportó nuevamente, a la habitación blanca, del centro de la Tierra. Aquella energía, se transmutó en una diminuta esfera, como había sido al principio. Ésta descendió lentamente hacia la palma de mi mano. Guardé silencio, la apreté con mis dedos y miré a Hurux asombrada.
Hurux- Es un regalo que la mariposa te dio. Guárdalo bien. Te lo has ganado.