Viviré para despedir al sol de cada tarde,
mezclar mis lágrimas con la luz de lo trigales,
admirarme de la osadía de los girasoles
y desangrarme en cada amapola;
me quedaré para beberme todo el rocío de la mañana.
Viviré para soportar los aguaceros,
plantarles cara las tormentas
y esconderme de los truenos;
viviré para aprender el idioma de otros planetas.
Sobreviviré a los envites de las mareas,
a la soledad del alba en el invierno,
a los cantos de sirenas del verano,
al extremo optimismo de la primavera.
Viviré a pesar del fuego que lacera mis venas,
a pesar del veneno que se posa en mis entrañas,
aunque tenga que beberme todo el polvo que desprenden las estrellas.
Sobreviviré aunque solo tenga alas de mariposa,
y un poco de dignidad para elevarme.
Perduraré para beberme a sorbos
todo el magma de los volcanes,
toda la sal que hay en los mares,
el dulce licor que me prepara la tierra.
Estoy programada y ya no tengo marcha atrás.