Me marcho, pero no a algún lugar,
me marcho a erosionar el mundo real,
a sacarle el pavimento a la calle
aunque lleve los pies descalzos
y de tanto caminar estos me puedan sangrar.
Me marcho sin sombrilla o bloqueador solar,
dejaré que el sol me queme
para deshacerme de esta pálidez inerte
que me va encaminando a la muerte
sin siquiera la posibilidad de regresar.
Me marcho a oler el perfume de las flores
y vestirme de todos sus colores
con diademas naturales
que mis manos puedan crear.
Me marcho a un sitio
donde el miedo se esfume
como el humo del cigarro,
donde la razón no sea hielo
que me oculte la verdad.
Me marcho a la montaña
que me acerque al cielo,
para alzar alto los brazos
y llevarme entre los dedos
un pedazo de bondad.
Me marcho a mover mi cuerpo etéreo
en un tramo de esta pista
que se llama Realidad.
Me marcho para desbloquear mis oídos
que no quieren escuchar
aquellas voces en coro que me gritan...
¡LIBERTAD!