Yo no olvido a mi maestra
de aquel tiempo en mi niñez
que con firme y gran paciencia
me enseñó el libro a leer.
En los días de mi infancia
con su voz de gran mujer
daba premios y confianza
en el acto de aprender.
Eran claras sus palabras
como lana de tejer
con palillos de aventuras
y texturas del saber.
Señorita le decía
a esta noble y gran mujer
que Mercedes era el nombre
en mi Escuela del ayer.
Y mis letras eran gruesas
y arrugadas en papel
con la goma y los borrones
yo sentí de su querer.
Un disléxico yo fui
con mis letras al revés
con paciencia yo sentí
me trató doña Merced.
Yo no olvido a mi maestra
donde quiera que ella esté
en la tierra o en el cielo
ella es una gran mujer.
E.D.A