Cultivé para ti, tierna amada, en el huerto de mi cariño, una planta de pasionaria para que comas del fruto que tanto te gusta o prepares un delicioso jugo que yo no probaré por las razones tú conoces.
¿Sabías, amada del alma, que hay más de 500 tipos de esta trepadora, capaz de equilibrar la tensión, abatir el ansia e inducir al sueño?
¿Sabías, amada llena de encantos, que el nombre de esta planta se originó en la pasión de Jesucristo, el Hijo de Dios que entregó su vida para que tus pecados y los míos y los de toda la humanidad fueran perdonados?
Los componentes de esta flor color rosa, blanco y malva, portentosa amada, describen cada uno de los sufrimientos del Señor cuando ascendió a los cielos, por proclamar la verdad que desde hace dos mil años ha nutrido de alimento espiritual a millones de seres de toda la faz de la tierra.
Tú y yo, amada indescriptible, hemos alimentado nuestras almas de esa verdad eterna.
Sus filamentos, amada, evocan la corona de espina que para humillarlo colocaron en su frente quienes lo sacrificaron.
Los estambres, amada, simbolizan las cinco heridas que las lanzas de sus verdugos hicieron en su venerable cuerpo.
Los tres estilos, amada, representan al igual número de clavos que se hundieron en su dos manos y en sus pies.
Y los pétalos, amada, simbolizan a los doce apóstoles que lo acompañaron en su breve estadía real en la tierra, pero inconmensurable espiritualmente.
Inclusive Judas Iscariote, que entregó a Jesús a los soldados romanos con un beso en la frente
Y también Pedro, el que lo negó tres veces, y a pesar de ello el Maestro le encomendó la tarea de dirigir el predicamento del Evangelio.