Mis rosas que tiemblan a tu llegada
y el verde lago de tu pupila costera.
Y si te amo en la cordura del otoño de cobre
en los rojos del horizonte que antecede a la noche
en todas las alfombras voladoras del cielo
en esta estrella que cada amanecer se queda conmigo,
cual lucero buscando la piel de tu memoria.
Pero el silencio se calla tan inoportuno silencio
que con mi respiro se rompe la noche sosegada
que para amarte hacen falta linternas
que iluminen mi mente
de estrellas salvadoras
de piedras
que se hacen camino hasta tu puerta
de miles de pétalos sembrados en tu piel morena...