Mi alma danza, por los jardines diluviantes de rosas anaranjadas. Mi parte más profunda se entrelaza con el celeste rostro del cielo espumoso. Mis pies, descalzos, corretean por los charcos fríos del milagro de las aguas. Mi corazón navega por un estallido de sensaciones espirales, que me hacen girar, tan suave como el roze, de la brisa tibia en un rostro. Un flujo unidireccional, me vuelca por los aires. Mi ser, denudo de sí mismo, se va por el cielo violacio, desciende a mi cuerpo, y ríe. Rompe en llanto, y se disuelve, lentamente, transformándose en gotas de rocío, que proyectan la energía amarillenta, de un Sol cálido. Se evaporan, y son aire, blancuzco, etéreo, danzante. Se desparraman, por allí, por acá. Un big-bang de sensaciones rodea el volcán de mi interior. Erupciono, quemo, soy fuego, soy vida. Y no se detiene, nada se detiene. Abro las Alas, brillantes, y doy vueltas, a mucha velocidad. Veo mariposas que huelen a jazmines, picaflores que asemejan alegrías y dos Lunas, blancas como las ventanas de mi Alma. Giro, giro, giro, me encojo, soy un minúsculo rastro de eternidad, la calmante pausa. Una manta que cae, plegándose, hacia el suelo de la luminiscencia: Llegué a mi centro.