Carlos Alcaraz

Cuando me faltas

 

A los dos meses

que pasé sin tí. 

 

 

Este recuerdo de tus ojos

me recorre como un escalofrío:

todo mi cuerpo te conoce y te olvida

en un segundo.

Me dueles en el suelo, en los pies,

en las rodillas, en cada caída,

desde tu mano que siempre me niegas

hasta la punta del último anhelo

que me inspiras.

El aire me reconstruye a cada respiro,

la tierra me sepulta a cada paso.

Mientras más te tengo más me hundo

en la tumba que cava mi esperanza.

Caminar sobre tus aguas

no es milagro, sino desquicio,

hablar de ti no es describirte,

sino borrarte,

perderte es fácil por tu costumbre

de desvanecerte

como el polvo de donde vienes,

el polvo al que vas, al que regresas

como estrella, como cráter,

asteroide, planeta,  o cualquier cuerpo

que acostumbre como tú

flotar en el espacio sin origen ni fin.

Después de todo, el rumbo es un concepto

que no te preocupa en lo más mínimo,

naciste para trazar rutas nuevas

 y dejar estelas invisibles

que alguien, tal vez, intentará seguir

cuando ya no le quede nada,

y por lo tanto, no le tema

a perderlo todo.

Yo he seguido tu ruta como una sentencia,

trato de no pensarte 

y me retumbas en los párpados,

con tu silueta o tu sombra tejiendo

paradigmas de ti que luego quemas.

Pero es insensato: no puedo, no podré olvidarte,

si percibo el humo que deja tu amargura

cuando la enciendes dulcemente y la consumes,

arrastrándola a un punto medio

en el que uno ya no distingue

qué sabor se está fumando.

Yo me quedo,

me quedo como quien persigue

a su propio asesino,

o peor aún,

como quien se arriesga a querer

aunque todo esté en su contra.

 

Carlos Alcaraz

03/07/13