A la despedida
que nunca tuvimos.
Las veces que te he perdido
he repasado siempre nuestra historia:
cada palabra, cada tono,
cada cielo al que nos hemos atado,
cada destello de cordura
que nos hemos prohibido tocar.
He llenado las maletas para que te quedes,
las he vaciado para que sepas que nada te detiene.
He dormido entre tus brazos
para no soñar contigo,
sino en ti.
Tu sombra me camina sobre el pecho
evitando perderse o encontrarse,
le teme a descubrirse
como un eco del desastre
que ya nunca serás.
Nosotros, en cambio, nos perdemos
como si de ello dependiera nuestra historia:
somos el eco de la luz que nos toca,
que nos invade, que nos miente
tan piadosa como despiadadamente.
Tú recorres esta habitación
más por rutina que de ganas,
levantas con las manos frías
lo que tiramos a gritos,
y yo me quedo en silencio
amándote odiarme.
Porque te he perdido más de una vez
y nunca ha sido suficiente para terminar de amarte;
porque volveré a perderte
y sé que seguiremos cosechando
estas ausencias compartidas;
porque eres tierra fértil
y yo semilla;
porque una historia sin ausencia
no llega ni a utopía.
Carlos Alcaraz
18/07/13