Era el embelezo y el gustazo
de mulatas, blancas y morenas
ese zarco oriental.
Mostraba funyi de requinte
y enlazaba su cuello
pañuelo con inicial.
De arriba abajo cuatro ojales
abotonaban saco corto
y compadrón.
Taconeaba canyengue
botines de punta y taquito
y en el patio burdelero
dibujando cortes y quebradas
enredaba firuletes reos
de negro charol.
Por coraje
y por el fierro en su cintura
lo junaban con recelo
compadritos cuchilleros
y taitas fuleros.
Y lo apreciaban por su estampa
las paicas milongueras.
Era el alboroto ese mozo
entre las no santas
polacas, rusas y francesas
que eran lo mas lindo
de esa fauna maleva.
No simpatizaba este valiente
con el decoro
y era su regocijo
la junta con gauchos matreros
con fiolos compadritos
y pájaros de turbio color.
Siendo gustoso del robo
por esa industria tuvo afición
y fue de los mejores
como pequero, punga y escruchante.
Era hijo de un gaucho
renombrado por ligero
del lado de Tacuarembó.
Relumbraba de oro
el pelo de la polaca
que era su madre
y que fue la prenda mas dulce
que en su vida de rapiña
se robo su padre del lupanar.
Pero todo llega...
y ese virtuoso
del escolazo y el cuchillo
entre tangos y candombes
de la Plaza Cagancha
y de Buenos Aires al sur...
tuvo su noche triste.
Fue como un relámpago el puntazo.
Y lo encontro en cama ajena.
La sangre la dejo en San Telmo.
...y donde se le pianto la vida...
...¡solo el diablo lo sabrá!...
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