De aquella guitarra,
el silencio confundido,
cada recuerdo una canción,
la poesía que se hace letra,
y lagrima en el mismo instante,
ese tono de tristeza que labra el tiempo,
tu voz agitada,
vuelve en el sueño del que no quiero despertar,
ese amor que no se existe en el viento,
en la energía que no se destruye,
y mis labios en ansiedad,
esperando que se transforme en tu aroma,
en la silueta que me sujeta a la vida,
de aquellos besos se tejió la tarde,
las noches que me descubrieron a la vida,
los amaneceres que se repiten en el eco de tanto amor,
y esta copa que se hace lluvia,
donde los ríos son los dedos que te buscan,
el tacto que me insita al saber que estoy vivo,
no se como pintar ni escribir tu ausencia,
pero tus caricias son luna llena,
el gemido de la tonada que me llega al pensarte,
la luz del faro que vence las distancias,
la arena que absorbe el recorrido cansado de las olas de buscarte,
ese mar que se adentra en mi alma solitaria,
cada tormenta que resbala en el cristal de tu nombre,
esa ventana que se abre al destilar de tu piel cada instante,
esos recorridos que vencieron la realidad inventada,
esa forma de crear lo que fuimos,
o lo que somos,
porque a pesar de la distancia,
de la rutina que nos inventó en dimensiones opuestas,
en una sola mirada,
vuelven las tardes en los dedos enamorados de la guitarra.