Esta historia es verídica,
pero no personal.
Le sucedió a un vecino,
el cual solo conozco de vista,
sin tener amistad.
Tiene, junto a su madre,
un negocio, un kiosco.
Son las seis de la tarde.
Entra un cliente,
compra un atado de cigarrillos,
y unos caramelos ácidos.
A cara limpia, descubierta.
Por fuera lo espera una mujer
en moto, motor en marcha.
Al entregarle al cliente lo solicitado,
saca de entre sus ropas,
una cuchilla,
amenazando al dueño del negocio
matarlo, si no le entrega el dinero de la caja.
El comerciante accede, titubeando...
le entrega el dinero que tenía en la caja.
No le abona lo adquirido.
Sale del negocio.
Toma un arma que tenía en un cajón,
y dispara.
La mujer de la moto sale rápidamente
del lugar, dejando al ladrón solo.
Pensaba escapar en la moto,
pero su conductora lo ha abandonado.
El disparo del comerciante
ha sido errado.
Sale disparando por la calle
hacia un destino el cual no sabe
cuál dirigirse...
El comerciante sale del negocio,
apunta nuevamente al asaltante,
y dispara nuevamente
con tanta seguridad y acierto,
que le da un tiro en el brazo derecho.
El asaltante, seguro, se ha salvado
de ser asesinado.
Se aglomera la gente en el exterior
del negocio.
Llega una ambulancia,
y lleva al herido al hospital.
Se hace presente la policía,
detiene al comerciante.
Su madre, allí presente,
porque al lado del kiosco
estaba atendiendo
lo que es una despensa,
llora porque su hijo es detenido
y llevado por la policía
a la comisaría más cercana al lugar.
La lesión del herido no es de gravedad.
En un par de días sale del hospital.
El comerciante abonó una fianza,
y queda liberado de prisión.
Lo ayudó mucho el hecho
de no estar muy bien de salud.
Una realidad en el barrio.
Mi texto me lo han relatado vecinos,
puesto que yo no me encontraba
en mi ciudad.
Estaba veraneando en Mar del Plata.
Este suceso ocurrió en enero de 2013.
Todos los derechos reservados del autor (Hugo Emilio Ocanto - 21/07/2013)