SUCEDE QUE LLUEVE.
Llueve.
Se desgrana allá afuera
el mismo orvallo en las rosas
que nos ha visto humedecer
de mágicos espasmos.
Llueven historias nocturnales
pretéritos deseos
rememorando encuentros.
Un tiesto de nostalgias
ajenas al mundo
feliz de las rosas.
Ocurre que llueve
y no estás
para mojar inmensidades
para crecer universos
y pintar girasoles
en tu espalda.
Sí.
Ocurre que llueve
y la tarde me muere
en el hálito incorpóreo…
de un recuerdo.