A mi pecho llega
Sobornado por la veleidosa opulencia del oro sin castrar
Otra Musa que se posa
Sobre el platillo de mi balanza
Y en donde el mar retrocede su hedionda empuñadura
Y la espuma esconde un silbido en sus ojos de turquesas
Siempre serán mis diezmos ofrecidos
Por algo más traidor que la levadura en los días lluviosos
Y cuando la palabra vague en si misma
Por esas lagunas donde pierde la ilación
Seré feliz todo el tiempo que los poetas no existan
Pero soy un rey destronado por mis bufones
Y la luz que me guía pertenece a una estrella muerta
Porque me saca de muchas trampas para arrojarme en otras
De no ser por ese querubín que revuelve su espada encendida por todos lados
No habrían frutos en el Árbol De La Vida