Hicimos el amor en la piel de un beso,
la tibia madrugada de maderas crujientes
nos amábamos con la locura de los astros imberbes,
la brisa veraniega que nos regaló diciembre.
Hubo caricias feroces,jóvenes recuerdos convertidos en estatuas,
rostros de sangre y de oleaje místicos,
nos tocábamos con la raíz del alma hecha pedazos en la acera de la pérdida.
No hubo testigos,solo aquella lengua de mar que nos miraba con
sus ojazos verde azulados,cómplice de algún dios extraño
que vino a restregarnos en la cara nuestro amor.
Convalecientes de la batalla épica frente a la costa,
hastiada ya de cópulas,maduramos el óvulo que se hizo canción.