Hay hijos que cuando los padres son mayores
parece que no los quieren mucho; los meten
en residencias como si no fueran ni amigos.
Quieren tener libertad para divetirse ellos -
mismos, sin pensar que a esas edades ne-
cesitan aún más el cariño y la comprensión
de sus queridos hijos. Debe ser muy duro -
para unos padres que lucharon toda la vida
para darles una carrera o un oficio y brindar-
les todo su amor y cariño. Y ahora para mu-
chos son un estorbo, !pobrecitos amigos míos!
Es un deber escuchar escucharlos y atenderlos
si puede ser en sus dominios. No digo que las
residencias estén mal pero se sienten solitos
porque están rodeados de desconocidos. Se
de casos que murieron de pena. Algunos hi-
jos ni siquiera van a verlos !pobres amigos
míos!.