Descansó en el lecho, amplio y perfumado.
Los gritos rompieron su garganta airada.
Su cuerpo encorvado buscaba consuelo.
Invadió su rostro aún complaciente,
su cuello vencido,
su pecho turgente,
su vientre impotente…
un extenso rio… en desliz infame
de un millón de luz en olongados cristales
que sin más espera brotó de sus ojos
porque a… él ausente, aún lo esperaba,
aunque su guitarra, le cantara a otra alma.
Sucedió un desliz…
Después otro…
Y otro… y otro...
¿Hasta cuándo el río llevará la brisa
de puntos transparentes
de versos incipientes que derraman los ojos,
cuando el alma henchida de dolor
y anhelo, anda solitaria?
[©R.D.A de esthelarez de Colombia]