Donaciano Bueno

La inspiraciĆ³n II

¿Cómo será, ayer me preguntaba,

mirándome al espejo, fijándome en mi frente

mi cerebro por dentro?, Por fuera, ni te cuento.

Lo tengo ya muy visto y lo lamento,

pues no me gusta nada.

 

En cambio el interior, ¿será bonito?

Me gustaría introducirme en ese chiringuito,

-acaso remolón, posiblemente una monada-,

ese envoltorio capiral, ese envolvente

en el que reside mi consciencia y mi inconsciente,

¡lo que yo no daría por conocer esa morada!

 

¿O es que por el contrario está deshabitada,

vacía de ideas coherentes y además destartalada,

con muchos cachivaches dispersos por el suelo,

y alguna librería de libros oxidados,

inertes, además de aburridos y cansados

y hasta la tronera de telarañas lleno?

                                                                                  

Y aunque así que mi sesera fuera enana,

yo clamo a todos los dioses del parnaso

para que como le ocurriera a Garcilaso

me apareciera la inspiración cada mañana.

 

Porque lo que a mi me gustaría es poder pensar

como lo hicieran Ortega o Unamuno,

la socarronería de Quevedo profesar,

el arte de Machado o de Lorca y uno a uno

de Gracian, Hernandez, Zorrilla, Campoamor,

Borges,  Ruben Dario, Amado Nervo o Espronceda,

introducirme con sigilo en sus molleras

y aprovecharme para de su intelecto descubrir

donde anida su razón en el arte de escribir

y guardarme yo el secreto si pudiera.