Escucho las voces varoniles
trajinando por los ámbitos de la casa.
Una risa, una protesta, un silbido.
Desde mi cuarto, tendida, relajada,
me dejo acariciar por esa melodía
tan amada.
Se llenan los espacios y cada rincón
rebelde
cae sumiso ante la vigorosa euforia.
Se iluminan mis sueños, mi soledad,
mi rutina.
Siento aroma a carne asada,
choque de copas, halagos al vino.
Sube la intensidad de los sonidos
y los recuerdos caen como lluvia
desalmada.
Estoy sola
mi cuerpo se dobla en el vacío
como evitando que huyan las sagradas
voces
por esos caminos del olvido.********