No tengan miedo de las palabras. Al final cojean. Tengan miedo de lo que se dicen los cuerpos. Del lenguaje más arcaico y limpio. Cuidado con los roces, con el coger de la cintura. Estaros alerta cuando las comisuras empiezan a separarse. Madre mía. Teman a la risa, pasará el tiempo y se convertirá en canto de sirenas. Entonces no habrá marcha atrás. Atrás fondos difuminados con siempre dos púpilas que juegan a que te imagines lo que que quieren decir, lo que tú quieres que digan. Cabezas cabizbajas con el párpado al desnudo. Benditas tus pestañas y tus labios diciendo nada. Qué horror. El balbuceo de dos cuerpos borrachos sentados en un portal. Huyan. Si es demasiado tarde vomítenlo todo. Follen mucho si pueden. Pero, por favor, no incubéis momentos magnificados que nunca van a nacer. Están podridos.