Probablemente, yo nunca deje de escribirte...
El arte se ha hecho una aguja que desteje mis huesos.
Acupuntura de trenes, traspasan mis umbrales
y no hay país que reclame la potestad de nuestro
nacimiento. Nuestro.
Tomamos el café mientras descendemos de la justicia en una guitarra. Guitarra..
Ella era tan bonita que se puso
un suéter y en marca no registrada
convirtió el torso del primer amor
Eso cantaba Edgar antes de descubrir que Lola tenía alambres en los sueños y pájaros muertos en la resurrección lepidóptera.
El café no es lo mismo sin una mano que sostenga el insomnio convenido de una página en blanco.
Escribimos del insomnio y la vida se hizo una niña asustada corriendo a los brazos de un Papá Noél sin barba, acompañado del señor que cobra multas por exceso de paisaje.
Edgar...La cama y tú, la cama de tu pecho. Nuestra cama está en el almacén de la zona cara.
[Yo pienso y pienso que algo falla en cualquier escrito que no tiene el coraje de tener un nudo fijo y un desenlace.]
El arte y tú: Estocolmo que venero en mis miedos
amor de cigarro en el hermetismo de mi incendio.
Tomamos el café y las siluetas desaparecen. Guitarra:
Ella era tan transparente que el mundo le hizo creer
que tenía un alma.
Manifiesto hipocondriaco del vacío que ha encontrado su rostro.
El arte y tú aún me deben la última verdad.