Te retuerces de dolor Tierra,
gritas tu amargura y extiendes tus puños hacia el cielo.
Tus latidos se abren en dos por momentos.
Tiemblan diferentes partes de tu organismo y pares con tortura todos tus lamentos.
Hemos saqueado los oropeles de tus pies leñosos
y arrancado tus tupidas cabelleras de pétalos,
pisoteado las frondas que tapizaban tu piel
y envenenado el céfiro que hacía volar a los pájaros.
Ya no eres la risueña cañada nodriza
por la que manaba el elixir de la melaza,
ni la gran vena de los mil perfumes y colores,
que expandías en el viento con tus saltos de gacela.
A la fuerza hemos hecho que ciñas corona y báculo
de rendida y mancillada reina del cenagal.
Se deshace gota a gota tu silueta austral de escarcha
y los mares crecen con zancos de tiniebla e invierno.
Aúllas Tierra, como una loba en celo;
muestras tu cólera con dolorosos estremecimientos
y anegas con gruesas lágrimas tus pechos y tus rodillas.
Buscas de nuevo recuperar el amor y la autoestima
que estos dioses de sangre y barro te negaron.
¿Hallarás por fin la comprensión del humano?
¿Te tenderá por fin su mano?
¿Se ablandará su corazón?
¿O morirás reseca y malherida
arrastrando contigo a estos mal nacidos hijos
que te maltrataron y no supieron entender tu gran amor?