Sentada en su silla de ruedas con su manto en la espalda, esta mi abuela.
Su pelo blanco como la nieve y sus ojos verdes y cansados.
Cuantas cosas que ellos han visto…uno ni se lo imagina.
Su rostro al verme se ilumina y de él se apodera una gran sonrisa.
Tiene sus manos cálidas y suaves con las que acaricia mi cabeza.
Siento amor en cada una de ellas como sangre por mis venas.
Me invaden y me consuelan.
No hace falta decir mucho, con solo mirar, ella sabe absolutamente todo.
Si estoy triste, contenta o indignada.
Hasta el día de hoy recuerdo que de niña solía llamarme desde el balcón de su casa al
volver de la escuela.
Gritaba: Laura ven a tomar la merienda!
Y sobre la mesa me esperaban mi taza de leche tibia y mis ricas medialunas.
Oh abuelita querida!
No me alcanzaría ni el cielo como papel ni el mar como tintero para escribirte a ti
lo mucho que te quiero!!!
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