Santi Piedra

Magia de una noche en vela

 

La vida es la farsa en la que todos figuramos…

Arthur Rimbaud, Una temporada en el Infierno.

 

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Sana noche entre pensamientos, todo se ha tornado tan claro que asusta, encontrar la manera de expresar mi repudio ante todo lo que he sido me ha liberado. Odio ese que he pretendido ser, odio está calumnia que llamo vida, amo esta vertiente de luz que me inspira, me hace encontrar la pureza de mi alma. Hoy no me siento sucio, ha dejado de repugnar a este ser enfermo y somnoliento que llevaba como estandarte. Fijar mi mirada en mis adentros y encontrar la pureza me ha extasiado, hoy me perdono esta vida de mierda. Me asusta y desconcierta. No logró entender el por qué de mi penumbra, sí ya tantos lo habían dicho, Rimbaud en sus andares infernales, Shakespeare en sus románticos cantares, nihilistas, surrealistas, nadaistas, todos cantando el son del saber y la certeza; mis ojos incrédulos ahora despiertan. !Ven a mi Rocío de mañana!, riega este nuevo ser que se te entrega, espero desatar mi amargura, ver el mundo hoy desde la dicha.

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La razón de vida no es más que una ilusión, ilusión subjetiva, mirar la desgracia desde los ojos del rey se hace pasable, oler el estiércol que emana el humano desde los rosales puede llegar a ser placentero, vivir la vida sin temores lo hace posible. Encontrar la realidad se convierte en el camino más corto al manicomio, ha de ser por esto, que preferimos vivir encerrados en pompas irreales. Preferimos encerrarnos en nuestras mentiras y convivir con la máscara eterna que poco se asemeja a nuestra esencia. Pasamos nuestras vidas buscando la verdadera razón de nuestro existir, pero siempre terminamos acomodados a la vox populi, a la costumbre desgarradora de vivir una y otra vez el mismo ciclo vicioso que llaman cordura. No hay que ser un gran pensador para darse cuenta de que todo lo que profetizan tantos ahora (Coelho y amigos), que pasan la vida pensando, si es que piensan, tratando de explicar lo explicado, lo obvio. He ahí su carnada para las mentes débiles. Razones obvias para tanto adepto, y solo hablan de lo mismo. Todo filosofo racional, o todo libre pensador (buen ejemplo en Nietzsche), se ha figurado de que la esencia del ser humano parte de el ser libre, y en cuanto se conecta con esta libertad, ahí es cuando más cercano se esta de la felicidad, no a la felicidad subjetiva, a la felicidad absoluta, sin prejuicios, sin ataduras, no más que razonar con  el propio ser y descubrir lo fugaz que puede ser la vida, y lo cercana que esta la muerte.

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Esta es la forma de felicidad absoluta, el encuentro con mi ser, se complementa cuando se conectada con el todo, un todo realista, realidad en la que se acepta la condición de humano, sin entrar en un incomprensible libre albedrío. Reconocer que se puede existir sin máscaras y pompas idiotas, mirar la vida como viene, no como nos la imaginamos. Dejar atrás el yugo de la herencia, herencia en todo sentido, arrancarnos la piel y renacer, destruir esas máscaras que nos amarran a vivir farsas crueles, vivir como un supuesto humano, sin mirar que se vive más como un espejismo, como un reflejo de un “debería ser”, nunca viéndonos como un ser real. !Que vida de miseria!, el conocimiento se ha vuelto tan pobre, que la autoayuda se ha vuelto moda; la folosofia del positivismo.  Humanos perdidos en el limbo de vivir esta locura, encontrando paz en quien les grita su estado de ser humano. Afortunados de aquellos que predican el saber, pobres estas almas idiotizadas. No ven más que una realidad fingida, se venden al mejor postor. Viven esclavos de pensamientos retrógrados. Aquellos que han encontrado esta brecha entre verdaderos humanos, y simples zombis del mercado, se hacen ricos, no solo en dinero, si no en la dicha de ver que tan bajo puede llegar el humano, hasta donde se le puede exprimir.

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Mundo de mentiras, pocos se preguntan el por qué, a nadie le interesa la realidad ni la razón, todo por miedo, miedo a entrar en conflicto con su mundo de apariencia, les es imposible dejar la máscara a un lado y enfrentar la vida sin mentiras, pero bien lo dice Nietzsche, para vivir entre el bien y el mal se necesitan más agallas que cualquier otra cosa. Todos aquellos que logran arrancar su caparazón de humanoide y vivir como humano, lastimosamente lo logran viejos, encuentran su estado natural cuando ya se ha ido el tiempo, se elogian al creer encontrar verdades, sin llegar a entender al menos cual es la que han vivido. Mirar la vida entre cuatro paredes, idiotizar la mente con sátiras de tv, llenarse la cabeza hasta la inconsciencia de sandeces, fingir que sabemos el por qué de nuestra vida, sin saber siquiera donde empezó el camino. No hay otra cosa más fastidiosa para un ser humano que tener que enfrentar la realidad por más buena y placentera que pueda ser, nos llenamos de pretextos para no afrontarla. Los padres arrojándoles a sus hijos la esperanza de sentirse plenos en algún momento de la vida, delgando a sus hijos cargar las cruces ancestrales en senderos de incertidumbre. Aún pretendemos vivir entre valores, pero hace cuanto que estos se han vuelto solo hipocresía, es irracional predicar utopías de este nivel. El ser humanó está más allá de cualquier prejuicio, se trata de pasar la carga de ser mediocres de generación en generación. Hace años vivimos la misma miseria, un mundo reinado por idiotas, entrando al colmo al alabar doctrinas como las de Smith y Ricardo, o ciegamente las de Marx. Esclavos en pompas de libertad. Vivir para el dinero. La mano invisible en todo su furor, mano llena de sangre y vidas sin sentido; pordioseros de la nada. El sin sentido de la vida. Somos tan enfermos que la religión, nuestra única salida decente de esta vida absurda, la humanizamos en forma de iglesia y le montamos la mejor máscara: las máscaras del poder y la mentira en una sola institución. Certero Marx al aclararnos que la religión era nuestro codiciado opio. Muchos viven de esta droga. y se vuelven perezosos de mente. Dejan el encuentro con su propia realidad para vidas próximas, como si en el último suspiro no se quebrara esa máscara con la que cargamos en vida, y nos mostrara en forma de arrepentimiento nuestra condición de humanos. 

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La paradoja es como enfrentar sin temor a ese ser que vemos con terror en nuestros adentros, ese al que le hemos huido todas nuestras vidas. y sólo algunos le tratan en secciones psicológicas, escuchado verdades que sin ningún esfuerzo salen y relucen. Todos los humanos nacemos con la capacidad de enfrentar este ser al que por desprecio a nosotros mismos llamamos demonios. Sólo el día que se mira la vida sin tabúes, cuando dejamos de existir por el todo, cuando nos alejamos de la corriente feroz del mundo en la que fingimos vivir, cuando reconocemos nuestra condición de ser humano sin llegar a reprocharnos, ese día, se vive el verdadero ser. Esta es la razón por la que al viejo se le ve sin ataduras. El ver desecha nuestra armadura, llamada cuerpo, cuando nos deja de importar que nos vean sin esa máscara de fantasía en la que se ha vivido, ahí se ve el ser humano a plenitud; libre. Tristeza de todos nosotros que contando con toda nuestra fuerza y vida, nos pasamos recogiendo información errónea y censurada, viviendo vidas como marionetas. Hay que pensar, creer en nosotros mismos, nadie que ha entendido y aceptado su ser se le ve triste. Todo el que se esconde en su máscara refleja en sus ojos ese ser agobiado y sufrido.

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Hay que luchar por no llegar al libre albedrío sin razón ni conciencia. No vivir el carpe diem sin pensar en construir. Debemos encaminarnos a encontrar ese ser interior e invitarlo a vivir, convertirse en él. Ser ese que quiere explotar y brincar subyugadopor la cruz familiar y cultural. Ese que se ha convertido en un simple muñeco. Somos concientes de ese ser anhelado y querido que nos habíta, pero le vemos lejana. !Ser!, !vivir! pensar con razón, encontrar armonía entre el caos que sin medida ni causa nos hemos armado; !ser,! !vivir!.
Algunos pensarán que es imposible, peor, cuando se vive entre tantos valores inculcados y sólo se nos ha enseñado un horizonte. Se hace difícil encintar esta calma con nuestro ser, desechar ideas y palabras ya dichas, puestas como verídicas. Parece utópico pensar aen el ser libre. No lo es.

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Aquellos que ven el mundo como un simple juego de monopolio, pobres siervos carroñeros. Ha estos se les hace más difícil entender el verdadero sentido de la vida. No entienden,  que no son más que otra ficha mal jugada en esta locura de vivir. Estos tiriteros, logran encerrar en lo más profundo de su caparazón su ser racional y se prestan para el malvado juego de la codicia. Buitres con máscara de cristal. Los más malvados y sádicos, esos creadores de la gran farsa que llamamos realidad, o ética, esos son los que más claman por ser, pero la pelea interna los hace peores a cualquiera, despreciando al otro, solo por no querer verlo como igual. Pobre idiota: todos contamos con la misma esencia.

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Ha de llegar el día en que ni yo, ni nadie, deba describir el cómo debería ser el humano. Sé que he de vivir entre zombis cibernéticos marionetas del dinero. Algunos creerán que estoy loco, pero clamo por ver el día en que descubran que les mentían. Mientras unos odian, riñen, ríen de la miseria, hay una verdad absoluta que no le pueden arrancar al humano que tanto han corrompido. Esa verdad es la libertad de ser, vivir sin ataduras ni falsedades. Morir en el intento de hacer de esta vida un viaje placentero, no una celda eterna al son del dinero.