hay momentos de la vida que parece que todo esta bién,
pero en cuanto tenemos alguna perdida de un ser querido o nos va mal en
el trabajo, en el noviazgo, en el matrimonio, en el colegio, en la salud,nos preocupamos de más,
empezamos a culpar a todo mundo de nuestros males, y en primer lugar a denegar a Dios,
lo denegamos porque creemos que él puede ayudarnos a solucionar los problemas que ya no tienen solución.
Le pedimos a Dios que nos ayude en los aspectos que necesitamos salvar, lloramos e imploramos,
prometemos y hasta juramos que todo va a cambiar, pedimos una segunda oportunidad,
El dolor nos ciega y no deja ver ni entender el porque de las causas, pero basta con mirar nuestro interior y
ahí hay suficientes motivos para pedir perdón, para amar al projimo como a uno mismo, dar un poco de lo
mucho que se tiene en comparación de otro, visitar al enfermo, tenderle la mano al amigo, y muchas cosas más que se pueden hacer hoy,
Hoy tenemos luz y mientras la tengamos
debemos brillar.
Si el dolor nos ciega el entendimiento, entoces el corazón despeja la oscuridad en ellos,
no debemos de culpar a nadie de nuestros actos,
reconocer nuestros actos, es aceptar los hechos,
deja brillar la verdad y todo será claridad.
de ara