Desde el principio de los tiempos jugamos
sabemos que el universo juega y canta
el balón fue un mágico juguete que giró
ante tu infantil alma de artesano.
Alcanzar la meta es lo que importa
el orgasmo del gol que nos enloquece.
Solo un juego, y te vas a la esquina
a celebrarlo porque tú lo hiciste.
Esa esquina en la que te recoges
para levantar las manos al cielo
para hacer un baile, un giro de cintura
a ese Gran Jugador, al Destino.
Y te vas dejándonos tu último grito
que ya no fue de alegría sino de dolor:
la muerte te hacía una jugada artera
a ella le gusta jugar a las paradojas
y nos dejas la tristeza como para odiarla.
No fuiste un “negro” temido o un ladrón
fuiste un muchacho pobre que amó a los pobres
porque alcanzaste las pequeñas glorias
que dieron victoria a tu sangre, al pueblo.
En tu último juego nos enseñaste
que no hay ganadores ni perdedores
en este juego de la vida, solo almas
que palpitan, que olvidan, que aman, ciegas,
que lo verdaderamente valioso, hermano,
siempre será el juego de la vida y la alegría.