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LA MISTERIOSA DAMA DEL ANDÉN (CUENTO)

Eran las 11:30am, como de costumbre estaba en la estación Maisons-Alfort - Alfortville a la espera del tren que me llevase a Saint-Lazare para una reunión extraordinaria con el decano de la facultad. Es invierno, todo es gris, puedo ver como la lluvia cae en cámara lenta sobre las formas mientas una ráfaga de aire logra besar mi rostro con sutileza.

Miro impacientemente mi reloj y apenas han pasado 5 minutos, cuando llega un tren y se queda reposando en la línea.


- No, no es el que espero, joder .
Digo con mala cara mientras suspiro sin querer.

A la distancia se acerca una hermosa mujer blanca de gran semblante, su ropaje es bastante elegante y tono oscuro, ella es de estatura mediana y cabello color cobrizo, como esos atardeceres que tantas veces me inundaron el alma de sueños. Yo seguía pensando en mi tren que llegaría con retraso, echo otro vistazo al reloj mientras me pierdo un tiempo en el olor a tierra húmeda.

De pronto siento que me toman fuertemente del brazo. Era ella, la hermosa mujer que estaba mirando desde la distancia disimuladamente

- ¿Que habrá pasado? ¿Por qué me tomó así del brazo? Intente preguntarle pero de mi boca no pudo salir ninguna de aquellas palabras.

Cuando furtivamente me besa apasionadamente, al separar sus labios de los míos lentamente hice el esfuerzo por recobrar la consciencia pero nuevamente me embistió con sus dulces y carnosos labios contra los míos sin darme respiro aquella misteriosa mujer. Todo parecía dar vueltas en mi cabeza, era un estado de ebriedad, era una sensación indescriptible -todo alrededor de pronto pasaba muy rápido- al separar nuevamente nuestro labios intente preguntarle
-¿por qué me besaba?- Pero nuevamente no pude, no tenia voz.

Ella taciturna como desde que me agarró del brazo, no gesticuló ni una palabra, ni siquiera una gesto del modo que pudiese leer su expresión corporal, pero su mirada penetro mi consciencia, todo fue tan veloz al mismo tiempo que una sensación de miedo bañó mi cuerpo. Aquella mujer me amaba, no sé cómo pero sentí que me abrazaba con aquel sentimiento. Pude apreciar una película en cuestión de milisegundos en sus pupilas -estoy confundido- cuando intento preguntar su nombre volvió a besarme lascivamente, con cada beso aceleraba el tiempo, por un momento me estaba volviendo un colibrí entre sus delirantes labios.

-Cada vez me sentía más embriagado y desorientado- en cada beso, unas escenas pasaban por mi mente, era el mismo mensaje que sentí cuando navegue en el océano de sus ojos, todo aquello parecían recuerdos de nosotros.

Su aroma, esa fragancia a primavera que brotaba de su cuerpo, delicioso néctar que hace que me pierda cada vez más en esos pensamientos, mientras mi mente peregrinaba por todas esas imágenes, infinidad de paisajes, lugares el cual ella me transmitía en cada beso, de pronto como si ella lo hubiese escrito, vi claramente el nombre de la ciudad de “Reims” y recordé sin vacilar un momento que allí se encuentra la Catedral de Notre-Dame, de momento sin aviso sentí unos campanazos en mis pensamientos, era la Catedral adyacente a la estación de tren donde estoy ubicado.

Lentamente voy reaccionando, en el instante que comienzo abrir los ojos siento una luz intensa encima de ellos que me tiene abrumado, con cada campanada la luz se vuelve más débil y me percato que aun estoy de pie, solo y a la espera del tren, son las doce en punto del medio día. Cuando echo un vistazo el tren que está en reposo observo en uno de los ventanales a aquella mujer que hace no más de 20 minutos pasó por mi lado y dejo su fragancia en el aire, ese delicioso olor a primavera que desprendía, aquel aroma que me invito a delirar por unos minutos. No pude evitar quedarme mirándole sin expresión alguna en mi rostro al reflexionar sobre todo aquello que imaginé sobre esa mujer. Ella inesperadamente me regalo una cómplice sonrisa al mismo tiempo que sus mejillas se llenaban de rubor como si supiese todo lo que allí había pasado minutos atrás, luego ella asintió como si hubiese leído mis pensamientos y me confirmará que todo lo que vi y sentí fue real. En ese instante el tren hace un sonido al mismo tiempo en que ella me despedía con su mirada cuando el tren partía a su destino.

Desde entonces cada vez que voy a la estación de Maisons-Alfort – Alfortville me tomo un café cuando espero mi tren para recordar el amor fugaz de aquel día e imaginar que hubiese pasado si ese día el tren hubiese salido un poco después.